domingo, 13 de abril de 2008

Podría haber sido Irene

Bibiana Aído, ministra de Igualdad.

Fuera de cámara, en los momentos previos a la entrevista que le realicé a la alcaldesa de Sanlúcar las pasadas Navidades, le pregunté: "Si te llama Chaves para su gobierno, ¿te vas?", a lo que Irene contestó con un rotundo no. "¿Y si te llama Zapatero...?", proseguí. Ante esa cuestión, quizás lo esperable es que te digan que con 26 años, poca experiencia política y apenas habiendo llegado a un cargo de responsabilidad, a ningún presidente de Gobierno se le ocurriría llamarte para su gabienete. Irene, sin embargo, no consideró descabellada la pregunta y contestó que "tampoco" con la misma contundencia, consciente, quizás, de la idea de que una política de su perfil era lo que Zapatero estaba barruntando para su futuro Gobierno.

Bibiana Aído, alcalaína de 31 años, Licenciada en Dirección y Administración de Empresas, diputada por Cádiz en el Parlamento Andaluz, es la sorpresa de ZP para su Gobierno. La ministra de Igualdad fue delegada de Cultura de la Consejería de la Junta en Cádiz entre 2003 y 2006. En esos años trabajó codo con codo con la que ahora es nuestra alcaldesa y por entonces Diputada Provincial de Cultura. Además de Bibiana, el nombre de Irene estuvo encima de la mesa del presidente. Juan Manuel Marqués publica hoy en Diario de Cádiz: "En sus estancias en Doñana, el presidente ha hablado en varias ocasiones con la alcaldesa de Sanlúcar, que tiene un perfil parecido al de Bibiana: muy joven, pero lo suficientemente lista como para ganar unas elecciones en una ciudad complicada. Zapatero oye su nombre, también el de algunas más, y consulta con Rubalcaba, que tiene muy buena impresión de ella. Pregunta a Chaves, y ya está. La más joven".

Probablemente ―la discreción obliga en estos casos― nos quedaremos con la duda de saber si Zapatero llamó a Irene. Pero lo cierto es que, de haberse producido esa llamada, se me hace difícil que la alcaldesa le hubiese dado calabazas. Aunque, conociéndola un poco, tampoco es imposible.

miércoles, 9 de abril de 2008

Lo que no necesitamos

De todos es conocido que no hay mejor desprecio que la falta de aprecio. Sin embargo, hay veces en las que uno no puede resistirse.

De un tiempo a esta parte, sobre todo desde que ciertos gurús del ciberespacio sanluqueño no se sienten suficientemente recompensados por lo que creen que ha sido su determinante papel en el vuelco electoral de las últimas municipales, hay sitios en esta ciudad en los que vale todo si de lo que se trata es de darle caña a los políticos. Y cuando digo todo me refiero, por ejemplo, a trascender desde la crítica legítima a una gestión hasta el descrédito personal; o a confundir el espacio de lo público con el ámbito privado de las personas.

Algunos han llegado a tales cotas de ignominia que no han dudado en ridiculizar y dejar que sean ridiculizados los representantes libremente elegidos por los ciudadanos con afrentas basadas en aspectos de tal bajeza moral como su acento, su habla o algo tan sorprendente como la tendencia a sonreir de una persona.

Los que hace poco más de un año se autoproclamaban como baluartes y garantes de la libertad de expresión en Sanlúcar, regentan ahora sus medios como señoritos de un cortijo en el que se ha colgado en la puerta el cartel de "se reserva el derecho de admisión". Han adoptado para sí el mismo sectarismo que antes denostaban y han convertido el seguidismo en su religión. O se está con ellos o contra ellos. No hay más.

Somos muchos, me incluyo, los que creemos férreamente en la crítica ―dura si en necesario― como instrumento imprescindible en una sociedad democrática. Yo soy de los que ha "dado cera" cuando lo he creído oportuno. Y lo he hecho a unos y a otros, sin importarme su afiliación política, sino sus actos. Los he valorado por lo que han hecho y por lo que han dejado de hacer; por el cómo y el por qué; por el cuándo y el dónde; pero nunca por el quién.

Nuestro pueblo adolece de muchas carencias. Necesitamos casi de todo, pero no de mesías, salvapatrias, iluminados y faltones que, sirviéndose de nuestra precaria situación, sólo buscan el protagonismo y el escaparate en el que lucir sus habilidades y vender sus productos. Para eso está el mercado, no Sanlúcar.