miércoles, 20 de febrero de 2008

De todo un poco


ALCAMPO CALIENTA MOTORES

La cuenta atrás para la apertura de Las Dunas ha comenzado. El hipermercado de la cadena Auchan ha convocado a los medios de comunicación locales a una conferencia de prensa el próximo martes 26 de febrero. En el transcurso del acto, el director regional de Alcampo para Andalucía y Canarias, Jorge Míguez, presentará el Grupo Auchan y Alcampo, su política de Recursos Humanos, el sistema de accionariado voluntario que operará próximamente en Sanlúcar, así como la estrategia comercial de la empresa. Míguez informará también sobre la política de Responsabilidad Social Corporativa de la compañía, centrada en sus compromisos con los empleados, clientes, medio ambiente, proveedores y personas desfavorecidas.

En el acto estará presente, asimismo, el director del hipermercado Alcampo de Sanlúcar, Rafael Tristán, que presentará todas las novedades relativas a la primera tienda de la cadena en la provincia de Cádiz y que estará ubicada en el Parque Comercial Las Dunas de la carretera de El Puerto.


RECORTE DE SUELDO PARA VERDÚN
Ya es oficial. El Boletín Oficial de la Provincia ha publicado el nuevo sueldo de D. Fernando Verdún, Jefe de Gabinete de la Alcaldesa que, tras un recorte de casi un 20 %, se queda en la nada desdeñable cifra de 66.000 euros anuales. Esta decisión se adoptó en la Junta de Gobierno Local celebrada el día 28 de diciembre de 2007.


MENDICUTTI PUBLICA SU NUEVA NOVELA

El escritor sanluqueño acaba de sacar al mercado 'Ganas de hablar', editado por Tusquets, en la que hace una férrea defensa del habla andaluza. Para Eduardo Mendicutti, uno de los ejes fundamentales de la novela es la "supervivencia" de nuestra forma de hablar, que se encuentra en "vías de extinción" por la amenaza de la jerga "encorsetada del mensaje de móvil, del chateo o de los medios de comunicación que todos repetimos como electrodomésticos".

Después de toda una vida arreglándoles las uñas a domicilio a las «señoras bien» de La Algaida con su haute manicure, y dándoles bullanguera y muchas veces terapéutica conversación, el manicura Cigala recibe el reconocimiento oficial de sus paisanos, que le consideran una verdadera institución: el pleno municipal acuerda ponerle su nombre a una calle.

Entusiasmado por la noticia, y alentado por sus irrefrenables y reivindicativas «ganas de hablar», Cigala pide que le pongan su nombre a la hasta ahora llamada calle Silencio, como compensación por cuanto, aunque parezca mentira, ha tenido siempre que callar. Con esas mismas «ganas de hablar», y hasta la fecha fijada para el acontecimiento, se lo irá contando todo, día a día, no sólo a su senil y silenciosa hermana Antonia, con la que vive y a la que cuida, y a sus clientas, y a la Fallon, y al curita Pelayo, sino también a sí mismo y a los fantasmas de su pasado, y se enfrentará a la pitracosa Purita Mansero y a todos los que se escandalizan porque le quite la calle nada menos que al Cristo del Silencio, cuya cofradía pasa por ahí cada Miércoles Santo.

En Ganas de hablar, Eduardo Mendicutti reconstruye, por medio de apasionados soliloquios, la vida de un personaje que se reconoce en otros –mujeres, inmigrantes, gente fina venida a menos– y que reclama su derecho a recordarlo todo. Y lo hace recreando de manera prodigiosa un combativo y colorista lenguaje coloquial, ya en peligro de extinción, que acaba por erigirse en el otro gran protagonista de la novela.


jueves, 14 de febrero de 2008

¿Sucia o sin limpiar?

Que Sanlúcar es una ciudad sucia, lo sabemos todos. No más que otras, cierto, pero eso, como al tonto, no debe consolarnos. Y lo es porque tiene suciedad pero también porque se ensucia facilmente. Pero, ¿por qué?. Si hacemos un examen de conciencia colectiva, reconozcámoslo, en general los españoles somos bastante guarros. No hay más que darse una vueltecita por la mayoría de países europeos para darse cuenta de que nuestras calles, plazas y parques dejan mucho que desear.

Nosotros, los sanluqueños, hemos llegado a hacer de "ensuciar" el deporte local. Algunos, los que practican disciplinas como el "lanzamiento de bolsa al contenedor", se han convertido en verdaderos profesionales de la cochambre consiguiendo, incluso, tiros perfectos desde vehículos en marcha. Sin embargo, esta modalidad deportiva tiene un pequeño inconveniente: el reglamento impide introducir la basura en el contenedor si ésta no se ha colado en el mismo en el primer intento.

El manual del buen ensuciador exige salvaguardar determinados hábitos que se han afianzado entre los sanluqueños después de muchos años de empeño y tesón como, por ejemplo, no recoger las caquitas de los perros de la calle, tirar al suelo las cáscaras de los frutos secos y las colillas, depositar las bolsas de basura en los contenedores antes de las seis de la tarde, forrar las farolas, papeleras y paredes con carteles y anuncios, verter el agua sucia a la vía pública, dejar los muebles y electrodomésticos viejos junto a los contenedores como si de mobiliaro urbano se tratase o instalar aparatos de aire acondicionado asegurándose que goteen sobre los peatones y, a ser posible, encharcando la zona.

Pero nosotros, en el fondo, lo hacemos porque queremos asegurarles el pan a los hijos de los operarios municpales de la limpieza. Claro que, por esa misma regla de tres, deberíamos de comenzar a provocar incendios, cometer delitos o inducir enfermedades para evitar que bomberos, policías y médicos se queden el el paro.

Y todo esto viene a colación el último llamamiento que acaba de hacer el Ayuntamiento a los ciudadanos para mantener pulcra la ciudad. Aprovechando la repercusión que está teniendo la campaña publicitaria yo voy (al parecer vinculada al Partido Andalucista) dicen los responsables municipales que la mejor forma mantener limpia a Sanlúcar es no ensuciarla. Hasta ahí ―el axioma obliga― estamos de acuerdo. No obstante, olvidan los munícipes algo quizás más importante: si todo estuviese limpio seguro que ensuciaríamos menos. Y esa parcela le corresponde a un cosistorio cuya labor en este terreno deja mucho que desear. Pasados nueve meses desde las elecciones ya no valen excusas. Más allá de actuaciones puntuales, ampliamente publicitadas a los medios, las calles siguen estando sucias, los contenedores mugrientos y la mayoría de los espacios públicos desaliñados. Y de las playas y sus cloacas, mejor ni hablamos.